Pedro Huilca, cusqueño, líder sindical y militante de izquierda. Fue asesinado por el Grupo Colina en la puerta de su casa y delante de su familia el 18 de diciembre de 1992. Fue asesinado por levantar la voz en contra del autoritarismo del gobierno de Fujimori, por denunciar el asesinato de estudiantes y dirigentes y sobretodo por organizar al movimiento de trabajadores en contra del avasallamiento brutal de sus derechos.  

No hay mejor forma de recordar a Pedro Huilca que por sus propias palabras, este discurso lo escribió tres días antes de morir en respuesta al discurso de clausura de Alberto Fujimori en CADE 92, en el cual fustigó a la CGTP y sus dirigentes. Sus palabras estan más vigentes que nunca.

Luchamos por una causa superior a nuestras vidas


En los últimos días, el ingeniero Alberto Fujimori, en nombre del gobierno de facto que preside, enfiló todo el peso de su agresividad y de su odio contra los trabajadores, el movimiento sindical y popular y las fuerzas progresistas y democráticas de la sociedad. Aplicando la política de confrontación –y hacienda honor sin duda a sus viejos ancestros las antiguas camarillas guerreristas niponas-, desconoció, en el pasado reciente, el derecho de los trabajadores a la negociación colectiva, a la organización sindical y a la huelga, vulnerando expresas disposiciones constitucionales y violando abiertamente convenios internacionales de la OIT – como el Convenio 87 y el Convenio 98- reconocidos oficialmente por el Estado Peruano.

Persistiendo en esa línea, atacó groseramente los mecanismos de la Seguridad Social, agredió al IPSS, y promovió –en beneficio directo de los grandes monopolios nacionales y extranjeros que trafican con la salud- la quiebra de los sistemas de atención hospitalaria y de pensiones, para consolidar las AFP, experiencia chilena de dudosa eficacia. Más recientemente, y en vísperas del CADE 92 –seguramente para ganar el aplauso de los empresarios- promulgó una nueva ley de “flexibilización” del empleo, y mediante la cual arrasó los últimos vestigios de estabilidad en el trabajo. Y en ese mismo espíritu, precisamente en el contexto de su intervención en el CADE, dijo a los “señores empresarios” con soberbia tonante y desafío, que éste “ya no es el país donde mandan las cúpulas de la CGTP”. Deplorable conducta la del ingeniero Fujimori que hace apenas 30 meses –en junio de 1990- buscó a las “cúpulas sindicales” para pedirles el apoyo electoral y el voto por su candidatura en los comicios nacionales de ese período. Deplorable también porque lo dijo no ante un auditorio de trabajadores que hubiera podido responder en la forma apropiada su grosero desafío- sino ante los empresarios, a los que gusta adular para que se sometan a su “Programa Económico” con el mismo servilismo lacayuno con el que él se ha sometido a las recetas anti peruanas del Fondo Monetario Internacional. Y deplorable porque no hizo sino reflejar la mentalidad belicosa de quien se siente siempre en guerra, pero no tiene valor para afrontarla, y que corre a refugio seguro para ponerse a salvo cuando se agudizan las tensiones en el país.

Al ingeniero Fujimori la CGTP le responde que nunca en el Perú “han mandado las cúpulas de la CGTP”. Nunca, en primer lugar, ha habido en el Perú un gobierno en el que los trabajadores hayamos asumido la capacidad de decisión. Por el contrario, todos los gobiernos –unos más, otros menos- han aplicado la política de opresión de la clase dominante y han actuado en beneficio de los poderosos y en contra de los trabajadores. Por esa política –la de la “vieja oligarquía envilecida” como la llamara Velasco Alvarado-, es que el Perú vive una profunda y dramática crisis.

De ella no somos en absoluto responsables los trabajadores, como no es culpable el pueblo, pauperizado y sometido; sino los gobernantes incluido Fujimori- que en forma sucesiva han aplicado “programas económicos reactivadores” y, “paquetes de medidas” para “salir de la crisis” hundiendo cada vez más al Perú en el pantano de la miseria, de la corrupción y de la dependencia. Nunca, en segundo lugar, la CGTP ha mantenido “cúpulas”, sino núcleos dirigentes integrados por probados luchadores que han combatido con firmeza en defensa de los intereses del pueblo en todos los terrenos. Por eso la CGTP ha sido –y sigue siendo- la esperanza de millares de peruanos y un baluarte en la lucha por los grandes ideales nacionales. Gracias a la CGTP, en efecto, pudo conocer el país transformaciones estructurales que mejoraron objetivamente la vida de los peruanos. Y gracias también a la lucha heroica de los trabajadores, pudieron las fuerzas democráticas de nuestro país, acabar con la dictadura militar reaccionaria de Morales Bermúdez, como lo atestigua la histórica jornada del 19 de Julio de 1977.

Pedro huilca en sus épocas de estudiante en cusco
archivo: familia huilca

El ingeniero Fujimori, en tercer lugar, no tiene razón valedera para arguírla contra la CGTP. No es por odio a la “cúpula” de la CGTP que elimina los puestos de trabajo, que quiebra las empresas privadas y remata las públicas; que reduce al mínimo la pensión de los jubilados; que desconoce las leyes laborales; que recluye a destacados jefes militares con delincuentes y terroristas, y la tortura; que apalea a modestos vendedores ambulantes en las calles de Lima.

No. No es por odio a “las cúpulas sindicales” que hace eso. Es porque desprecia a los peruanos, a los que considera holgazanes, indisciplinados y poco productivos, incapaces de someterse –como ciertos nipones- a los designios del Emperador. El ingeniero Fujimori debiera saber que los dirigentes de la CGTP no nos “apoderamos” del gobierno en los sindicatos. No desconocemos ni dejamos de lado los Estatutos de la Central nuestra Constitución-; ni disolvemos la Asamblea de Delegados ante la cual debemos rendir cuenta de nuestros actos; ni eliminamos los órganos de control sindical, para impedir que nos fiscalicen; ni nombramos” a dedo”. Haría bien en aprender un poco de Democracia verdadera el ingeniero Fujimori, antes de hablar de ella al país al que sistemáticamente engaña, después de que desconociera la Constitución del Estado, disolviera el Congreso Nacional, liquidara los órganos de control, manipulara groseramente las recientes elecciones del 22 de noviembre e impusiera un régimen en el que, por su propia decisión, él se ha convertido en Señor de Honras y Bienes, tomándose la libertad de decir quién es inocente, y quién es culpable en el Perú. Y haría bien en comprender que no se puede gobernar el país con diatribas; que no se puede ser soberbio y grosero ante los trabajadores y genuflexión y servil ante el capital financiero; que no se puede arrasar conquistas y derechos que fueron ganados con la sangre de los mártires sin derramar nueva sangre; que no se debe usar la guillotina contra los adversarios si no se quiere, después, ser arrastrado al cadalso.

pedro huilca en el sindicato de trabajadroes de cusco
archivo: familia huilca

Con toda firmeza nosotros, los dirigentes de la CGTP y los representantes de los trabajadores le aseguramos al ingeniero Fujimori que no le tememos. No tememos ni a sus exabruptos, ni a sus bravatas. No tememos a sus ataques arteros, ni a su paranoia creciente. Por encima de nuestra libertad personal y aun de nuestras vidas, está la causa por la que luchamos, que sobrevivirá, sin duda alguna, al ingeniero Fujimori y a todos sus serviles y obsecuentes portavoces. Nosotros somos peruanos. Vivimos en el país en el que nacimos y queremos. Forjamos la riqueza del Perú

pedro huilca dirigiéndose a los trabajadores
archivo: familia huilca

Con nuestras manos. Recogemos la cosecha de la tierra. Trabajamos honradamente para mantener a nuestros hijos y dejarles en herencia orgullo y dignidad. Rendimos culto a nuestros héroes y a nuestros antepasados, a nuestra historia, a los que lucharon por nuestra patria y por nuestra clase. Nos inclinamos ante la fuerza del pueblo, pero no doblamos la cerviz ante la espada de los emperadores. En el pasado –bien vale la pena recordarlo- otros trataron vanamente de doblegarnos, someternos y humillarnos. Nos privaron de la libertad muchas veces, pero nunca lograron quitarnos el coraje. Segaron la vida de nuestros mejores hijos, pero seguimos adelante porque el vientre del pueblo es vientre fecundo, y nuevos hijos aparecieron para tomar en sus manos nuestras banderas de lucha. En cada combate, nosotros mismos recogimos las experiencias de una historia que nos pertenece que nunca tomamos de prestado y que nunca supimos defraudar. Sin alardes y sin aspavientos, respondemos entonces a las bravatas y a las amenazas de quienes hoy son fuertes, pero que no tienen razón, ni derecho para actuar en contra del pueblo. A ellos les decimos con claridad y con firmeza que nos mantendremos en nuestro puesto de combate, a pie firme, como lo hicieran antes José Carlos Mariátegui, Ramón Castilla, Andrés Avelino Cáceres, Francisco Bolognesi, Miguel Grau o Túpac Amaru. Con el ejemplo de los peruanos que lucharon antes que nosotros por las mismas causas por las que combatimos nosotros, superaremos ese instante gris y amargo en el que se impone la soberbia basada en la fuerza y el terror. Sólo así será realmente posible forjar “un país más democrático, y en consecuencia más justo” –lo decimos tomando justamente las últimas palabras del ingeniero Fujimori ante el reciente CADE. No tenemos duda que en las difíciles y duras jornadas que se avecinan, contaremos con el respaldo masivo y consecuente del pueblo, con el apoyo de las fuerzas democráticas de la sociedad, con la adhesión de los núcleos progresistas del país, que aspiran a construir una sociedad mejor, y que nos ayudarán a combatir no por privilegios personales, sino por derechos populares conculcados por quien recibió del Perú solo benévola acogida, otorgada a él y a su familia, gracias al ánimo solidario que caracteriza a los peruanos.

archivo : familia huilca

La CGTP, que repudia y rechaza esta ofensiva, llama a estas fuerzas a buscar la unidad, a concertar políticas comunes, a promover la solidaridad más amplia, a superar los viejos entrampamientos heredados del sectarismo y el hegemonismo, a salir adelante en una lucha en la que se juega el destino del país. Y en la que, sin duda alguna, millones de peruanos tienen fincada su esperanza.

Lima, 15 de diciembre de 1992

PEDRO HUILCA TECSE